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Juego y filosofía

   
Lic. En Psicología
Trabaja en relación a los juegos, realizando talleres
de juegos en distintas instituciones.
Dicta materias y seminarios en la carrera de ludotecario
del Instituto Yuguets, en Buenos Aires
 
 
Fernando Auciello
fauciello@hotmail.com
(Argentina)
 

 

 

 

 
Resumen
     El ensayo trata de comentar el fragmento 52 de Heráclito, el estilo carta se puede encontrar como forma valida de transmitir ideas, tratándose de un fragmento de filosofía griega y de una referencia al juego clásico está más que indicado. No dejemos pasar que también se trata de un homenaje a la memoria del Dr. Roberto Brie.
    Palabras clave: Juego. Filosofía. Heráclito.
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 11 - N° 103 - Diciembre de 2006

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    Hace ya cerca de diez años el Dr. Roberto Brie, para ese entonces Secretario Académico de la Universidad del Salvador de Psicología tuvo la gentileza de interesarse por mi trabajo en torno al juego. Incluso logró generar un espacio de conferencias a mi cargo, también en ese marco comenzamos a planear la posibilidad de llevar adelante un doctorado con el tema del juego colonial rioplatense. Lamentablemente su salud y el extremado sentido crematístico con el que fue separado de su cargo dejó sin efecto ese esfuerzo. En una de las primeras reuniones que recuerdo con Don Roberto, él me habló de Eugen Fink, con quien él se había doctorado. Me dijo el profesor que su eminente tutor había escrito cosas en torno al juego. También recuerdo cuando le comuniqué desde Alemania, que había encontrado la disputa que tuvo con Alejandro Korn, citado en un libro de Guillermo Furlong. Esos nombres en común siendo de algunas generaciones anteriores era algo que nos hizo tener confianza el uno en el otro.

    Aquel intelectual que a pesar de los achaques de su enfermedad seguía investigando a los pensadores rusos, incluso aprendiendo su idioma, un día me mandó una carta con entradas de enciclopedias sobre juego.

    Hoy esa carta es un señalador entre mis fotocopias encuadernadas de Becq de Fouquières, "Les jeux des anciens". Y lamentablemente la carta que escribí contestándole jamás llegue a mandársela porque nunca la terminé.

    Sirva lo que sigue como homenaje a Don Roberto Brie, a su esfuerzo por habernos acercado a pensadores que para algunos son nombres imposibles de imaginar tras ellos personas, y que para nuestro generoso doctor son un recuerdo, de clases, de conferencias, de tutorias. Fink, Jaspers y Heidegger para mencionar a los conocidos.


Estimado Don Roberto1

    Desde ya que no termino de entender cómo un libro así le puede parecer bueno, y que cada vez le parezca mejor ya me resulta inaudito. Sin embargo agradezco la deferencia que tuvo al enviarme esos artículos de enciclopedia; y un poco para atender a la obligación en la que me pone, esta es, tratar sistemáticamente la dimensión filosófica del juego, querría ponerlo al tanto sobre mis investigaciones en ese, no sé cómo llamarlo, campo, sector, dejémoslo en dimensión filosófica. Vayamos al trabajo.

    ¿Qué entender por dimensión filosófica del tema? Aquí adelantaría el qué, el cómo, el cuándo, el porqué, las preguntas del estagirita. En ese sentido me dispenso de repetir lo que a mi gusto he definido ya en ese libro del que no opinamos lo mismo (sobre todo en los primeros capítulos).

    Como lamentablemente mi formación en la filosofía es la de un lego, a estos primeros tanteos podría abrevar, el estilo socrático de Platón, tratando de descubrir en un diálogo nuestra dimensión filosófica, o volver a pensar con Heidegger al juego en medio de una filosofía que ya no me atrevo a recordar. Aunque sí recuerdo que me parecía una posibilidad ver qué tipo de cosa era un juguete tomando los libros sobre arte y poesía, pero bien, esta es otra cuestión. Como verá son más las intenciones que los hechos.

    Bien, sin nada mejor que proponerle, me gustaría que le prestemos atención a un punto. Es un detalle que le invito a saborear conmigo.

    En la historia del pensamiento occidental hay una frase que suele ser citada como la piedra de toque en torno al tema del juego: el fragmento 52 de Heráclito.


uti de esti paiz to pan cai di aiwnoz basileuz twn olwn outwz legei:
aiwn paiz esti paizwn, pesseuwn paidoz h basilhih

    Qué lástima que Fink en el libro sobre Heráclito no comente junto a Heidegger ese fragmento, bueno veremos qué podemos hacer.

    Demás está decirle que esta frase, que le ruego me disculpe por la falta de acentos que la pereza no me ha permitido transcribir, esta frase, ha encontrado un sinfín de traducciones. "El tiempo, niño es que juega con chinitas sobre ese reino del niño que es el tablero"2 , es una de ellas, luego compulsaremos otras. En todo caso, ya verá, todas más o menos dicen lo mismo. Primera observación, nada hay en esta frase sobre el juego, o mejor, mucho dice del juego en esa época del pensar, esto es, todo lo que no era para el griego el juego. En principio no era un concepto, ni constituía una rama, o ciencia, o arte, a juzgar por el magnífico antecedente. Y no vaya a creer que es responsabilidad mía hablar así de cultura tan sesuda, aunque tal vez haya sido el error de muchos el que no nos ha dejado leer aún que han pensado los griegos en torno al juego. Y como con la formicología siempre existan esos libros escritos por los griegos sobre el juego, y que no hayan llegado a nosotros, del cual sabemos autores y títulos. Otra posibilidad, sin ser la última, es que verdaderamente los griegos no hayan pensado el tema.

    Es que si bien los griegos pensaron casi todo, no lo pensaron todo, menos estas cosas que no parecen ser tan fundantes.

    Ni voy a considerar aquello del juego entre el ser y el ente, o entre ser y parecer que han pretendido develar los ensayistas franceses. El juego no es una relación, ni un mecanismo, extender tanto un término es dilapidarlo. Tampoco estamos aquí para apreciar al juego como fenómeno primario, tan caro a la pedagogía; y ni que hablar del juego en el animal. Si el término corría riesgo de ser dilapidado, imagine lo que sucedería si tomáramos en serio la posibilidad del juego en el animal.

    Retomando, fíjese si este concepto habrá sido desatendido que ni siquiera está revestido por una palabra. Permítame fundamentar este aserto con la lectura de un clásico sobre el tema, Becq de Fouquières3 . Le resumo un poco lo sustancial sobre nuestro tema que el citado autor desarrolla en el capitulo XV sobre los juegos de dados.

    Los romanos entendían bajo la palabra alea los juegos basados en el azar, y en la mayoría de los casos esta palabra designaba al juego de dados, tesserarum ludus. Los griegos en cambio no tenían una palabra que equivaliera al alea, en el sentido de no tener una expresión general para designar un juego en particular. cubeia no sólo designa a los juegos de dados sino a todo juegos de azar, incluso a juegos de combinación; también eran capaces de usar pesseia, juego de damas, para designar juegos de azar.

    Hesychius no confundía los términos cuando decía que la petteia es un juego que se juega con dados, "petteia h dia cubwn paidia". Sabía bien que la petteia difiere del juego de dados ya que en ella sólo se mueven fichas. Heródoto parece cometer el error inverso cuando a propósito del rey Rampsinita emplea la expresión cubeuein para señalar el jugar a las damas, pesseuein; otra vez los dados por las damas.

    En este momento Fouquières observa que en el origen más que confusión lo que existió fue identidad de términos. Desarrolla entonces el pessos de los griegos, que podía ser una piedra cúbica o una piedra plana; la palabra pesseuein, que significaba simplemente jugar con cubos, esto es, con cuerpos solidos regulares, y que más tarde adquiriría el significado de jugar a las damas. Simplemente aquellos pequeños cubos podían ser tanto los dados o las fichas de unas damas, y la palabra petteia designó los juegos que utilizaban este tipo de elementos. Un poco más adelante en el texto que le estoy resumiendo, Fouquières toma a Hyde4 . Hyde, a quien le debemos uno de los pocos libros sobre juegos orientales, arriesga una etimología de la palabra cuboz. Aparentemente provendría del arabe càb o càbe, que significa taba. Entonces conjetura que al principio se uso una palabra para las prácticas con fichas y con dados, más tarde se las quiso diferenciar, diferenciando en el mismo golpe la combinación del azar, incorporando un término extranjero, el cubeuein como jugar a los dados. Significa esto que pesseuein fue la indistinta y originaria expresión griega que podía designar tanto los juegos de combinación como los de azar, esto es, el uso de pessos, sean fichas o dados, indiferencia del término que luego el árabe vendría a separar.

    No crea, mi estimado Don Roberto, que estoy entreteniéndolo con datos inconexos, si vuelve a nuestro fragmento 52, del que partimos y parten tantos que quieren filosofar sobre el juego, verá en él que sobre el final aparece la palabra pesseuwn. Entenderá ahora la confusión que este término ha causado en tantos autores.

    Heidegger nos recuerda las estatuas que custodian la filosofía en Freiburg5 , Homero es una, y seguramente ubicar en Homero nuestros temas siempre será una vía segura. Hyde es categórico, destaca que no existe en Homero nada parecido al término cmboz, y no es que no podamos inferir que los pretendientes de Penélope mataran sus ocios frente a palacio arrojando dados, incluso apostando quién sería aquel que pudiera derramar el vino para que el sonido indique el amor en el juego del cotabo.

    Después de esta introducción al tema permítame que le acerque otras versiones del mismo fragmento, como si después de escuchar todas las que podamos veamos surgir alguna luz sobre el asunto. Se trata en este caso de Erwin Panofsky, en su libro sobre los renacimientos anteriores al renacimiento, esta idea tan cara a Pater, a usted cuando recordabamos aquellas cartas de Abelardo y Eloisa. Cito: "Hasta Donatello, grande imitatore degli antiqui, prefería poner los motivos clásicos al servicio de la iconografía cristiana. Con excepción como las del Gattamelata y el 'Atys-Amorino' - a quien yo propongo llamar 'El tiempo en forma de niño travieso arrojando los dados' 14-, evitó tratar temas de la mitología pagana tomados en sí mismos..."

    Vuelve a escena nuestro fragmento 52, y esta vez a la escena plástica. Acerquémonos aún más, veamos qué esconde aquella llamada 14. Es un diálogo entre dos amigos, Erwin y Harold, el primero le muestra una foto del Atys de Donatello al segundo. Harold Cherniss, como si fuera parte de esa imagen, recitó nuestro enigmático fragmento. El genial Erwin sabe que el fragmento nos ha llegado gracias a San Hipólito (Refutatio omnium haeresium, IX,9,3). La llamada nos instruye aún más, nos dice que en dicho fragmento se compara a Aion, el `daimon' polimorfo del tiempo, el que determina el destino del mundo, con un niño que juega un juego de azar. Y continúa con la cita de Diels: "Para mostrar que el [principe del] universo es un niño y a travez del tiempo lo gobierna todo, él [Heráclito] dice lo que sigue: 'El tiempo es un niño travieso arrojando los dados; la soberanía pertenece a un niño'."

    Aquí está entonces nuestra frase que surgiendo en las visceras griegas y rescatadas por el corazón de los padres de la iglesia, vuelve a quedar eclipsada nada menos que por Vasari, y vuelve a salir a la luz justo en la mitad de este siglo XX, en el antiguo castillo de Gripsholm, donde Panofsky la hace retumbar entre aquellas salas.

    Pero hay aún algo más sobre este fragmento. Luego de seguir su derrotero en la Patrología Graeca, de donde un poema alusivo de Gregorio Nacianceno, en la forma inversa que adquiere en Einstein ("Dios no juega a los dados"). Luego de pasar por algunos detalles de la estatuilla: alas en hombros y pies, serpiente amistosa, como símbolos del tiempo6 ; el rabito de Pan; el contraste de genitales y pantalón barbaro de la divinidad irania; las adormideras del cinturón, símbolos del sueño y de la muerte. Luego de marcar tanto detalle profundo que será continuado en el Aion mitraico y el Fanes órfico, multiformes representaciones helenísticas tardías, retomará un último detalle, que será casi conclusivo: "Pero los paralelismos más convincentes entre la estatua de Donatello y la idea de 'El tiempo como niño frivolo jugando a los dados' son, huelga decirlo, la edad del personaje, su -como dice Janson- 'alegría un tanto achispada' y, por encima de todo, su actitud. ¿Quién sabe si el 'objeto ligero' que debe haber sostenido antaño entre el pulgar y el dedo corazón de la mano izquierda (Janson, pág.145) no sería efectivamente un dado o una 'ficha de chaquete' (pessoz)."7

    ¿Y cómo es que Donatello llegó a este tema? Eruditos y teólogos bizantinos que acompañaron al emperador Juan VIII Paleólogo a Italia, en el concilio de Florencia de 1439, familiarizados con la Refutatio de Hipólito. El paiz paizwn, pesseuwn de Heráclito, según Panofsky, tuvo su renacimiento en aquella visita.

    Viendo la estatuilla de 104 cm. de altura, me resultaría bastante difícil imaginar que el niño está jugando al backgammon, que no otra cosa es un chaquete; tampoco resulta verosímil que pueda estar tirando un dado. Sin embargo debemos decir que si está jugando al backgammon, no sería menos significativo que tire los dados con la mano. "Tira mal los dados con la mano", es el consejo de Ovidio en el Arte de amar. Y aquí nuevamente la sagacidad de Fouquières pregunta qué significa este consejo cuando sabemos que los dados dependen del azar. Es que supone el poeta que jugarán con la mano y no con un cubilete que dejaría sin efecto la trampa8 . De no existir esta suspicacia al tirar con la mano cómo explicar el desarrollo que han tenido los cubiletes en la antigüedad. purgoz, la turricula latina, cubilete con tres aros interiores para obligar al dado en su caída a girar respetando los caprichos del azar. Como verá si este niño juega al chaquete arrojando los dados con la mano nuestras intuiciones podrían multiplicarse, no como la combinación de esos tres dados de la usanza griega. Por un lado esto, un contenido tan "serio", destino y tiempo, no puede vincularse con trampa y engaño. Por otro lado, el niño estaría tirando los dados desde una altura desmedida si se tratara de un backgammon.

    Finalmente, si alguna vinculación podemos trazar entre este atys-amorino y un backgammon será en esta frase de Terencio: "La vida humana es parecida a los dados; si no sale lo que necesitamos hará falta que el arte corrija lo que la suerte nos envió".

    Pero antes de seguir arriesgándonos en torno al juego del chiquillo, le propongo que sigamos un poco más el texto de Fouquières. El Capítulo XVIII tratará sobre los juegos de combinaciones, en el capítulo anterior nos refiere el juego de backgammon, intermedio entre los juegos de azar y los de combinación. Ludus duodecim scriptorum era el nombre romano de este juego, al que el emperador Claudio era afecto. Para referirnos a Grecia deberíamos recordar el partido que nos queda del emperador Zenón.

    Querría citar los artículos de enciclopedia que su humildad de grande me han acercado, verá en ellos también la frase que no estamos pudiendo resolver. Por ejemplo mire sin más cómo empieza la "Enciclopedia Iberoamericana de psiquiatría", y escritas nada menos por una de las personas con más autoridad sobre el tema, Graciela Scheines. En el capitulo de juego, en el apartado filosofía: "El juego como objeto de la especulación estética, psicológica, antropológica o filosófica es un acontecimiento relativamente reciente en el pensamiento occidental. Si bien este tema ha sido tratado por los filósofos de todos los tiempos, hasta entrado nuestro siglo no suma más que referencias aisladas o acotaciones al margen, desde Heráclito que, en el fragm. 52 define a Dios como un niño que juega." No acordamos en que sea Dios pero en lo demás estamos de acuerdo. Significa que aquel que se dirija a la antigüedad en busca de teoría se verá defraudado. Pero observe entonces que aquellos que describen la antigüedad, como Fouquières, nos dejan pensar más en filosofía que la antigüedad misma. Aunque más no sea en la clasificación y hasta a veces definición del objeto.

    Recorramos ahora la entrada de Elisabeth Frenzel, "Diccionario de motivos de la Literatura Universal", este típico articulo que tal vez amaría Borges. El juego se vincula allí con los Edda y el Mahabharata. Y qué decirle del Der Geisterseher de Schiller, o del Spelerglück de E.T.A. Hoffmann. Una tarea que debo en la Biblioteca.

    Por lo demás nos resta la tercer entrada, es la "Soziologie-Lexikon" de Gerd Reinhold, de allí me envió el desarrollo de Sport, tal vez vinculando el tema del juego al deporte. Sin embargo este tratamiento del tema excede el tema de nuestra carta.

    Tres de una es nuestra frase citada, sin embargo confíe en mí. He compulsado varios autores, tal vez no al mejor, a su profesor Eugen Fink. Sin embargo los demás cada vez que pudieron hablar de filosofía no perdieron oportunidad de citar el fragmento 52. Así que entonces le propongo que nos detengamos un instante más en este misterioso fragmento.


Notas
1. En referencia a la carta que me envió el Dr. Brie, que transcribo:
"Estimado amigo y colega: Le envío un par de entradas de dos Enciclopedias especializadas que tratan el tema del juego. Tal vez encuentre alguna cosa que le interese. He vuelto a leer algunos capítulos de su libro, y me sucede lo mismo cada vez que lo retomo: me parece cada vez más bueno. Tiene Usted que encarar la dimensión filosófica del tema de una manera sistemática. Pues ocasionalmente, ya lo hace. Un abrazo, cordialmente." Marzo del 2000
2. Así traduce Juan García Bacca basándose en Diels-Krantz. "Los Presocráticos", Fondo de Cultura Económica, México, 1980, pág. 243
3. Becq de Fouquières, "Les jeux des anciens", Didier et Cie., París, 1873
4. Realmente Hyde merecería un comentario aparte, no es este el lugar, pero algún día me gustaría mostrarle los microfilms que obtuve en la Biblioteca Estatal de Berlin, no sólo el libro sobre juegos orientales, también la historia del ajedrez, sus investigaciones sobre el tartaro, la carta natal de Tamerlan.
5. "...la de Homero y la de Aristóteles; y en un curso que no ha sido publicado todavía, creo, Heidegger cuenta que un rector quería mandar quitarlas. Yo, dice Heidegger, pensaba que había que dejarlas... No es que fueran muy bonitas... pero había que dejarlas, porque me parece muy bien que, para entrar a la Universidad, un joven estudiante tenga que pasar entre Homero y Aristoteles..." Jean Beaufret, "Al encuentro de Heidegger", Monte Avila Ed., Caracas, 1984, pág. 54
6. Ya que citamos a Bruyne, cabe alertar al lector sobre las interesantes observaciones sobre simbolismo y alegoría que el autor realiza. Magistral clase sobre estos mundos duplicados de lo sensible y lo invisible que el origen Divino o Filosófico procederán a separar entre símbolo y alegoría. Ibid.
7. Erwin Panofsky, "Renacimiento y renacimientos en el arte occidental", Madrid, Alianza Universidad, 1994, pág. 245/246
8. Fouquieres, ibid., pág. 371

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revista digital · Año 11 · N° 103 | Buenos Aires, Diciembre 2006  
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