¡MINUTO JUEZ! (DEPORTE, SOCIEDAD Y ESCUELA)
Maria Graciela Rodríguez (Arg.)
maria@daggs.sicoar.com

El deporte moderno, tal como lo conocemos hoy, es una construcción social que no puede ser considerada si no es sincrónicamente con la constitución de los Estados-nación y, por consiguiente, con la sociedad de masas. Antes de la "era de las naciones", puede hablarse de actividades físicas no-inducidas ni sistematizadas 1 (más o menos regladas, más o menos masivas).

Esto significa que en su forma moderna, su existencia solo puede ser imaginada bajo condiciones históricas particulares, en contextos de sociedades masivas industriales, lo cual nos conduce al planteo de preguntas claves para comprender el surgimiento y consolidación del deporte moderno en nuestra de sociedad: ¿qué modelo de ciudadano imagina para sí misma la sociedad de masas? ¿A través de que mecanismos se genera consenso sobre los principios que la constituyen? ¿Cuál es la forma de regulación de las relaciones humanas? ¿Cómo se piensan las organizaciones sociales? En síntesis: ¿cómo imagina una sociedad específica sus practicas? Y a la inversa: ¿cómo leer en ellas los contenidos simbólicos que la sostienen?.

Las respuestas a estos interrogantes hacen pertinente vincular la aparición y consolidación del deporte moderno con, al menos, cuatro componentes específicos de la sociedad de masas:

1. El concepto republicano de igualitarismo propio de sociedades construidas en base a los ideales democráticos: esto es la Grecia antigua 2 y las sociedades modernas (Ehrenberg, 1992). Este principio que se vincula con la movilidad social y, por ende, con la meritocracia, supone la igualdad formal de oportunidades y de acceso a los recursos.

En este sentido se puede leer una concordancia entre estos valores y los mecanismos deportivos que garantizan la competición en igualdad de condiciones: establecimiento de categorías, escenarios neutrales, jueces imparciales, etc. Por su parte, y en relación al mito del éxito por la ruta del mérito, Vittorio Dini observa una diferencia esencial entre los héroes mitológicos y los modernos héroes deportivos de hoy: "Cuanto más baja es la condición social y cultural de origen, mayor es su capacidad de ser representativo como héroe" (Dini, 1991: 46).

2. Los Estados necesitan de diversos escenarios simbólicos (la escuela, los medios de comunicación, etc.) donde ejemplificar las nociones que son propias a la idea de nación. Un capital cultural que los medios de comunicación masivos escenifican a través de, al menos, dos cuestiones centrales: por un lado ejemplificando la eficacia que tienen estos principios republicanos en las epopeyas de los "héroes populares" 3. Por otro lado, colaborando en la puesta en escena de los sentimientos patrióticos, sobre todo a través de las competiciones internacionales (Juegos Olímpicos, Mundiales, etc.). En este sentido afirma Alan Tomlinson (1994) que las comunidades nacionales encontraron dos esferas donde expresarse plenamente: en forma trágica en conflictos y guerras y, menos dolorosamente, en competiciones y deportes.

Estos torneos presentan oportunidades únicas para el despliegue de la simbología de los Estados, sobre todo teniendo en cuenta el alcance de las audiencias: el desfile, las banderas, los himnos, remiten al colectivo de nación; los triunfos individuales, las medallas, el izamiento de la bandera, etc., se articulan con el nacionalismo a través del honor individual. Al respecto basta con mencionar dos ejemplos: los Juegos Olímpicos de Berlín '36 y el Mundial de Fútbol de 1978.

3. El deporte implica un efectivo disciplinamiento de la violencia propio de las sociedades de masas, elemento que se comprende en la conjunción de dos factores complementarios: por un lado el monopolio legítimo del uso de la fuerza por los aparatos estatales y por otro lado, el aprendizaje por parte de los ciudadanos del autocontrol emocional.

De allí que pueda entenderse al deporte moderno como una forma socialmente controlada de la violencia interpersonal (Elias, 1992), donde la regulación y su legítimo control es ejercido por los organismos de administración deportiva (internacionales, nacionales, locales) mientras que el "fair play" se comprende como una demanda ética individual de la sociedad hacia los competidores. De manera que las posibles manifestaciones violentas hacia un rival aparecen como quebrantamientos de esta demanda de autocontrol emocional. En este sentido es sintéticamente ilustrativo Alain Ehrenberg (op. cit.) cuando afirma que el deporte, como formación cultural, pone en conjunción equilibrada la fuerza y el derecho.

4. La racionalización puesta al servicio de las distintas formas de organización social, produjo transformaciones que atraviesan varias dimensiones culturales, entre ellas el deporte. Al respecto Christian Bromberger (1994) hace un interesante paralelismo entre la organización laboral del industrialismo y las manifestaciones deportivas, en tanto ambas comparten las nociones racionales de la división del trabajo y la especialización de las funciones. También señala este autor el papel del azar, presente tanto en las competiciones deportivas como en la esfera del trabajo.

Al análisis de Bromberger se le pueden aportar otros elementos que aparecen en el fenómeno deportivo moderno y que le son propios: por un lado el hecho de que algunos de los deportes mas populares de este siglo son, en realidad, invenciones concretas del hombre (el vóleibol y el básquetbol entre ellos), es decir, producto de la búsqueda racional de una forma ludico-motriz para lograr un objetivo específico. Por otro lado, la intervención racional del hombre sobre el espectáculo deportivo que lleva a la modificación periódica de las reglas de juego para equilibrar la tensión agonística (según las mejoras en la performance y los adelantos técnicos y tácticos favorezcan al ataque o a la defensa).

Los efectos de la racionalización también puede rastrearse en la operación producida sobre las ciencias aplicadas al deporte a lo largo del siglo, no sólo en cuanto a los métodos de entrenamiento sino también en cuanto a los planteamientos estratégicos (a lo que habría que sumarle no solo la tecnología utilizada para enseñárselos a los propios deportistas -los diagramas, las jugadas de pizarrón, etc.- sino también los procedimientos didácticos de los medios de comunicación en su función de transmitir un saber específico a las audiencias).

A este breve pantallazo sobre la naturaleza social del fenómeno deportivo, se le pueden agregar otras posibilidades de lectura, como las que se derivarían por ejemplo, de abordar la creación de las distintas escuelas gimnásticas nacionales (gimnasia sueca, alemana, austríaca, danesa, etc.) sincrónicamente con la formación de las comunidades nacionales. Y es que, en tanto sistemas de Educación Física a implementar racionalmente según una determinada concepción del hombre, su aparición puede articularse con la necesidad de las naciones centroeuropeas de constituirse legítimamente como tales y, al mismo tiempo, exportar estos sistemas a la periferia internacional 4. En este sentido, seria interesante partir de la importación de estos modelos para producir, desde el interior mismo de la disciplina, una revisión histórica crítica del proceso de apropiación de estas escuelas gimnásticas en nuestro sistema escolar, teniendo en cuenta los contextos de ese proceso y la posición social de los actores intervinientes: institutos de formación, currícula de la época, giras de profesores destacados, coincidencias ideológicas, etc.

LA PRACTICA DOCENTE
Como se ve, los vínculos del surgimiento de la sociedad de masas con la constitución y consolidación del deporte moderno son extremadamente fértiles y permiten una construcción del objeto que, si bien complejiza su modo de abordaje, lo coloca como producto de una particular formación histórica: la constitución de los Estados-nación.

La pregunta crucial es: ¿para qué "sirve" este abordaje complejo del objeto en relación con la práctica diaria? ¿De qué modo la modifica el hecho de comprender al deporte como construcción histórica, como formación cultural en el contexto de específicas condiciones sociales?.

La respuesta a esta pregunta la encontramos cotidianamente, si enfocamos la lupa en las dos maneras básicas en que se concibe al deporte, esto es, la concepción de la que se ha apropiado el sentido común y aquella que intenta interpretar el fenómeno críticamente. La primera comprende al fenómeno deportivo como un hecho "natural", como una manifestación a-histórica, sin relación con las condiciones específicas del contexto. Mientras que la segunda, que podríamos denominar concepción crítica, interpreta al deporte como fenómeno cultural y, por ende, lo coloca dentro del conjunto de manifestaciones simbólicas de una sociedad, entendidas como índices de sus condiciones materiales de producción. Sostener ingenuamente la primera concepción (que parte quizás de no advertir la distinción realizada al comienzo de este trabajo entre deporte y actividades físicas no-productivas) conduce, por lo tanto, a excluir al deporte de la cultura.

En relación a la Educación Física, en tanto disciplina escolar masiva (y por lo tanto, el único ámbito legitimado por la escuela donde lo motriz es pertinente y socialmente significativo y en cuyo espacio se puede intervenir programáticamente sobre el desarrollo motriz de los ciudadanos), esto implica la generación de varios axiomas que van tejiendo a su vez un entramado de presupuestos cuyas implicancias resulta difícil comprender en su totalidad de un solo vistazo.
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Lecturas: Educación Física y Deportes, Año 1, Nº 1. Buenos Aires. Mayo 1996