Los discursos del hincha

"El público clamoreaba con resonancias de ultratumba, como
si el estadio estuviese sepultado en un acueducto romano"

Augusto Roa Bastos, "El crack".
Las hinchadas deportivas articulan una extensa producción discursiva que permite aproximarnos a la manera en que los fanáticos de un equipo expresan sus simpatías, como también sus sentimientos y valores dentro de este espacio liminal que son los estadios deportivos. Lo que se propone de aquí en adelante entiende que "estudiar la producción discursiva asociada a un campo determinado de relaciones sociales es describir los mecanismos significantes sin cuya identificación la conceptualización de la acción social y, sobre todo, la determinación de la especificidad de los procesos estudiados, es imposible" (Sigal y Verón, 1988: 13). Este abordaje se propone estudiar las mecanismos de violencia simbólica, independientemente de que se logre llegar a una violencia física. Asimismo, tampoco se pretende analizar la correspondencia entre "palabras y hechos", sino dar cuenta de los mecanismos que las hinchadas ponen en juego para expresarse y afirmar su propia identidad. Mecanismos que nos muestran la presencia de códigos restringidos que tienen "la ventaja de la brevedad y de estar basados en un conjunto de valores y estereotipos que son fácilmente compartidos por lo actores" (Archetti, 1984: 32).

Este trabajo pretende separar la violencia simbólica de la violencia física, que no será motivo de un intento de explicación. Ese tema exigiría por su complejidad un estudio aparte que excede el marco y el objetivo de esta presentación. Sin embargo, y a modo de aproximación para futuras investigaciones, debemos coincidir con Norbert Elias y Eric Dunning en que:

"del mismo modo que en la guerra las batallas reales pueden dar cabida a un componente ritual (...) también las batallas fingidas que tienen lugar en un estadio deportivo pueden contener elementos de violencia no ritual o transformarse en violencia no ritual. Esto puede ocurrir cuando, debido quizás a las presiones sociales o a los beneficios económicos y de prestigio que los deportes implican, la gente participa en ellos con demasiada seriedad" (1992: 274).


Dos géneros clave

"Este género divino esta música excelente
es la música del pueblo con la que baila la gente
Tiene un gran problema amigos,
tiene un serio inconveniente,
exige tantas energía que la salud se nos resiente
Cuando el público se acerca y se prende a las canciones
una magia misteriosa se apodera del ambiente
Música, música, música, música y palabras
que se combinan en un dialogo inédito y profundo"

Silvina Garré, "Se fuerza la máquina".
Una posible vía de abordaje hacia los discursos de las hinchadas deportivas nos lleva a discriminar dos géneros bien definidos: los cantos y las inscripciones en las banderas. Se define a los géneros como a aquellos textos que en un determinado soporte, "presentan diferencias sistemáticas entre sí y que en su recurrencia histórica instituyen condiciones de previsibilidad en distintas áreas de desempeño semiótico e intercambio social" (Steimberg, 1993: 45). Estos dos géneros presentan características similares pero sus diferencias son también notorias, en especial por su soporte: los cantos pertenecen a la cultura oral, mientras que las inscripciones son, obviamente, de naturaleza escrita. Esta diferencia de soporte será un elemento clave tanto en la producción como en la recepción de estos dos géneros claves para las hinchadas deportivas.

Ambos géneros cumplen la función de poner en escena a través de diversos mecanismos los valores subyacentes en el ritual deportivo. Como se verá más adelante y de manera más detallada:

"la dramatización en los rituales y sus símbolos remiten, por un lado, a un polo sensorial, en este caso las relaciones sexuales, el ano, el pene, y, por el otro, remiten a un polo ideológico en donde se afirma la fuerza, la omnipotencia, la violencia y la ruptura de la identidad del otro como elementos centrales de la construcción de su propia identidad" (Archetti, 1984: 28-29).


Los cantos

"Hay que cantarle un homenaje a la sonrisa
y a aquel ancestro soñador que en la garganta
dejó su pétalo mejor
para que hiciera florecer alguna vez
al corazón y a la esperanza
Cantar, cantar, cantar
con la necesidad de la primera vez"

Juan Carlos Baglietto, "Cantar, cantar".
El análisis de los cánticos de las hinchadas debe llevarnos a considerar, en principio, que estos materiales textuales "fluctúan entre las hinchadas, son de todos y no son de nadie -por lo menos en su melodía- y necesitan ser llenados para obtener una identidad particular" (Calvo, 1996). Estas manifestaciones orales de la hinchadas nos permiten ir leyendo la manera en que las distintas agrupaciones construyen sus propias identidades dentro del ritual basquetbolístico, porque:
"todo proceso constructivo de la identidad implica la definición de fronteras y territorios cada uno con sus símbolos y sus prácticas y, al mismo tiempo, con sus mecanismos de defensa. Por lo tanto, si se puede imaginar que la identidad es relacional, lo cual implica la presencia del otro, de lo diferente, no necesariamente tiene que estar asociado a formas de destrucción, a invasiones, a ejercicios de poder y violencia altamente destructivos" (Archetti, 1984: 10).
En el caso de Peñarol y Quilmes, las diferenciaciones son claras. Basados en las mismas melodías, en gran cantidad de los casos, ambas parcialidades las resignifican y se las apropian. El enfoque semiótico que ponemos en juego para el análisis del comportamiento de las hinchadas y sus expresiones simbólicas nos lleva a analizar la manera en que estos textos van enmarcados dentro de un complejo sistema de circulación discursiva, en donde los discursos de otras hinchadas, la música popular y comercial, los discursos de los medios masivos y la historia de los equipos constituyen las condiciones de producción más importantes para este análisis. Estas condiciones de producción (por lo menos las más relevantes) de los cantos de las hinchadas de básquet pueden identificarse con cierta facilidad. En principio, la música comercial es objeto de recurrente y cuidadosa adaptación para tomar forma en los cantos identificatorios de las parcialidades. La mayoría de estas adaptaciones no nacen en el básquet: son tomados del fútbol y de la rápida circulación que en ese deporte tienen las canciones y melodías más conocidas. Muchos de los cantos basquetbolísticos son sólo adaptaciones de cantos futboleros. Con sólo cambiar los nombres del equipo propio y el del rival encarnizado, el trabajo está hecho.
"Quilmeño, quilmeño, quilmeño
no lo pienses más
andate de nuevo a Bolivia,
toda tu familia esta allá
Que feo es ser quilmeño y boliviano
y en una villa tener que vivir
tu hermana revolea la cartera
tu vieja chupa pija por ahí".
Pero en su mayor parte son resignificados y adaptados a la propia identidad del equipo de básquet.
"Esta es la gloriosa hinchada del cervecero
la que estuvo tres años esperado el ascenso
la que no lleva fierros, la que no tira piedras
la que siempre corre a los putos de Peña".

"Yo te quiero Peñarol
yo te sigo, vos sos mi vida
siempre te voy a alentar
sos lo más grande de la Argentina
vayas a donde vayas
esta es la hinchada la que te alienta
vamos la Pe
vamos a ganar
y matar a los quilmeños".
El estudio de cualquier género, pertenezca o no a los medios masivos, nos obliga a considerar sus invariantes enunciativas, temáticas y retóricas (Steimberg, 1993). Esta mirada nos permitir describir las regularidades (en especial en sus factores enunciativos) en los dos géneros escogidos, como así también permitir ir identificando ciertos matices estilísticos en la manera en que las hinchadas de Peñarol y Quilmes se expresan en esta confrontación que excede lo deportivo.



Las banderas

"BANDERA: Para la barra brava, un águila guerrera".
Fontanarrosa y Sanz, op. cit.
Las banderas sí tienen un dueño claramente identificado, en donde el uso del espacio tiene una significación especial. La bandera es de uno y nadie está dispuesto a dejarla. Perder una de ellas en una escaramuza implica una de las peores afrentas que pueda sufrir un grupo de fanáticos. Por el contrario, "afanarle" la bandera al rival será motivo de orgullo permanente y burla constante. El robo de bandera, hecho a veces muy difícil de constatar (es común que un grupo porte una bandera del rival para provocar y adjudicarse la obtención cuando tal suceso nunca ocurrió), constituye una de las ilusiones máximas del hincha bravo. Asimismo, el despliegue de banderas también será un motivo de disputa: poseer una que cubra toda la popular es un signo de poder. Aunque un error en el despliegue de semejante estandarte puede resultar motivo de burla del rival.
"Y ya lo vé,
ya lo vé
son tan boludos
que la ponen al revés".
En cuanto a las inscripciones en las banderas, también son un elemento identificatorio y de pertenencia exclusiva, más allá de que se puedan observar procedimiento metadiscursivos similares a los explicados para los cantos.

Peñarol consigue mayoritariamente con las banderas estigmatizar como "gallina" a su rival y también expone en forma argumentativa sus logros en tantos años de básquet.

"Traigan cerveza que copas sobran"
o también
"Peñarol
campeón Liga Nacional 93-94
récord de victorias consecutivas: 17
tercero en el Sudamericano 95
subcampeón Panamericano '95"
para rematar al final en letras rojas
"Quilmes ¿qué ganaste?"
o además
"Gallo1 (en azul)
hay uno solo"
"Gallina
varias
"
(en rojo)


La permanente interpelación: la enunciación en las hinchadas

"En un campeonato la reacción del público ante un gol es lo que gusten, manden, demanden la legión de psicoanalistas y sociólogos, posados sobre cada partido: rendición inesperada del himen colectivo, asalto al vientre materno, trauma solucionado de un solo tiro, hazaña que comentar sin término a lo largo de esa vida longeva que es la próxima semana".
Carlos Monsiváis, Entrada libre.
El abordaje enunciativo propuesto arranca de la consideración de dos nociones clave: las entidades de la enunciación (enunciador y destinatario) y las relaciones entre esas entidades. Este análisis discursivo se centra primordialmente en la manera en la que "el que habla define su relación con lo que dice y, automáticamente, define también la relación del destinatario con lo dicho" (Sigal y Verón, 1988: 20).

También tiene su trascendencia la dimensión ideológica del discurso, que no es otra cosa que la relación entre el discurso y sus condiciones sociales de producción. Y este aspecto tiene un impacto directo sobre los mecanismos de la enunciación. Todas las barras pretenden asumir el rol de interpeladores y de amenazadores, y de ahí el conflicto. Ninguna hinchada se asumirá en un rol complementario. Los fanáticos se posicionarán como los exclusivos portadores de los valores de la masculinidad (desprecio al homosexual, solidaridad grupal, fuerza física y anímica, sin temor a la represión física y a la muerte) ante un adversario que carece de ellos: el objetivo es distinguirse de lo que el otro es (afeminado, individualista, temeroso de la violencia y de la muerte, etc.). No existen posibilidades intermedias, "nosotros" somos portadores de lo masculino y los otros no. Lo que sucede es que

"los intensos sentimientos de pertenencia al grupo y de hostilidad hacia los demás grupos en los miembros de tales grupos por lazos segmentarios significan que el enfrentamiento es prácticamente inevitable cuando sus miembros se ven frente a frente. Por otra parte, sus normas de masculinidad agresiva y su relativa incapacidad para autocontrolarse significan que el conflicto nacido entre ellos conduce fácilmente a la pelea directa. De hecho, tanto como ocurrió con sus equivalentes preindustriales, la lucha dentro y entre tales grupos es necesaria para el establecimiento y la conservación del prestigio conforme a sus normas de masculinidad agresiva. En consecuencia, los individuos, a nivel personal, obtienen placer realizando lo que para ellos es un papel socialmente necesario"; (Elías & Dunning, 1991: 292-3).
Las hinchadas apelan al saber compartido, pero no en forma predominante desde el procedimiento del "nosotros inclusivo" o el "nosotros exclusivo" (Benveniste, 1981). Sólo de manera ocasional la estructura enunciativa permitirá expresarlo en plural ("son amargos", "te vamos a coger"). Lo que se dice, se enuncia fundamentalmente en singular. Estaríamos en presencia de un "yo" que no es otra cosa que la condensación de un complejo cuerpo social que es esa entidad llamada en este caso Quilmes o Peñarol. El "yo" toma la forma en el enunciado del "nosotros" que compone el sujeto enunciador. Aparece un enunciador impersonal que lo sabe todo y que no duda de nada. Es un "yo" que contiene a todos. Lo mismo sucede en la construcción del sujeto enunciatario "ellos" que toma cuerpo en el enunciado como un "vos" ("sos cagón" ).
"Y cervecero, cervecero, cervecé‚
cervecero, cervecero, cervecé‚
Con esa hinchada sos de la «B»
lavate el culo que te vamos a coger" .
Las hinchadas de básquet pueden establecer un tipo de contacto que en deportes como el fútbol no es posible observar, por lo menos en la dimensión que permite el básquet: la mirada. Aún en el Polideportivo Panamericano, el estadio de mayores dimensiones de la Liga, los cabecillas de las barras pueden establecer este contacto metonímico. Los hinchas instauran un contacto corporal en el que se envían amenazas, provocaciones e ironías, en donde el posicionamiento sobre el propio territorio (la popular) actúa como el lugar en anclaje, inabordable y que no va a ser abandonado hasta que todo termine. A través de esta comunicación con el cuerpo podemos divisar que "fragmentos de conducta se desprenden parcialmente en el interior de la red, siendo portadores, al mismo tiempo, de significaciones cada vez más complejas: cada uno de ellos se convierte en eslabón de un número cada vez mayor de cadenas metonímicas" (Verón, 1987: 143).

El contacto metonímico de "la mirada puede establecer casi la obligación de interactuar" (Knapp, 1985: 261) porque desde la tribuna de enfrente se percibe la situación y se devuelven los gestos y miradas. Si tenemos en cuenta que "el acto de mirar reduce psicológicamente la distancia entre los comunicantes" (ídem: 269) los cabecillas de las barras se identifican y se amenazan personalmente. Es una mirada destinada a la obtención de un predominio sobre el otro, o de mantener la autoridad cuando ese predominio se ve amenazado. Por eso, la necesidad de controlar el medio lleva a un incremento de la mirada, a controlar al otro, a hacerlo sentir vigilado y amedrentado.

La mirada puede tomar cuatro funciones (ibídem): regulación de la corriente de comunicación, retroalimentación por control de las reacciones del interlocutor, expresión de emociones y para comunicación de la naturaleza de la relación interpersonal. Parecería ser esta última la dimensión en la que actúa predominantemente la mirada de los hinchas.

El posicionamiento enunciativo de las hinchadas tiene al propio territorio (la popular) como el lugar desde el cual establecer la relación complementaria. No se puede llegar físicamente hasta el rival pero hay otras maneras de humillarlo. No sólo la fuerza de los cánticos constituye uno de los elementos para marcar la supuesta superioridad. Si bien hacerse escuchar en la tribuna de enfrente es uno de los mayores objetivos de los fanáticos, no es el único elemento determinante para establecer la buscada relación complementaria que en este caso consiste en autoproclamarse como dueño del territorio completo del ritual que es el estadio.

"Y ya lo vé,
y ya lo vé,
somos locales otra vez" .
El despliegue corporal en la tribuna constituye una de las variables de mayor peso. La agitación coordinada de los brazos en cada canción, los movimientos hacia los costados, los puños bien altos y, muy especialmente, los saltos armónicos sobre las tribunas componen una serie de elementos claves para establecer la superioridad sobre un rival que es "amargo", que no se mueve y que no grita. Las diferencias de tono en los cantos también cumplen un rol fundamental, al enfatizar qué parte de la letra guarda mayor importancia para la hinchada. Para Peñarol, la frase de mayor estimulación se refiere a frases como "matar a los quilmeños" , mientras que para los "cerveceros" , el objetivo apuntará a "se viene el Quilmes campeón...".

Las hinchadas tienen como gran objetivo lograr la intrusión territorial, que puede darse según tres tipos de modalidad que podemos identificar en los combates simbólicos y físicos de las hinchadas. La más común de esas intrusiones es la violación, que "implica el uso irrespetuoso del territorio ajeno, lo que puede hacerse con la vista (...) o con el cuerpo (...)". (ibídem: 115). Los controles policiales han impedido hasta el momento que en el clásico marplatense se accede, por lo menos dentro del estadio, al territorio rival. Esa frustración de vengar una derrota o de festejar una victoria en el mismo espacio ritual, puede llevar a prolongar la búsqueda de la invasión hacia otros territorios ajenos, como la sede social, o hacia los jugadores símbolos o los objetos rituales. Otra de las formas de intrusión es la invasión, que consiste en "un intento de apoderarse del territorio ajeno" (ibídem.: 115). Y el menos común de los casos de intrusión consiste en la contaminación, que "puede tener lugar cuando profanamos el territorio ajeno no ya con nuestra presencia, sino con lo que dejamos detrás de nosotros" (ibídem: 115). Ha habido intentos de dejar en los territorios rivales banderas o insignias propias, en especial aprovechando la condición de local y la disponibilidad previa del escenario. Inclusive, es común que las distintas barras porten banderas del rival para dar a entender que la obtuvieron luego de una contienda.

Las hinchadas necesitan delimitar bien su territorio y si es posible darle un sentido histórico e irreversible. La brava siempre se colocará en el mismo lugar en todos los partidos, tengan o no enfrente otra hinchada que les discuta el predominio simbólico:

"Los dos métodos primordiales de defensa del territorio son la prevención y la reacción. La prevención es un medio de marcar el territorio a fin de que los demás lo reconozcan como ya ocupado y se dirijan a otro sitio. Esto se puede hacer ocupando realmente el territorio o pidiendo que otra persona «vigile» nuestro territorio mientras estamos fuera de él, o usando «marcas» tales como sombrillas, ropas, agendas, etc.; o bien utilizando una jerga o dialecto especial para advertir a los demás que un espacio determinado está reservado a quienes «conocen el lenguaje»" (ibídem: 116).
Por otra parte, cuanto más poblada esté una tribuna mayor será la posibilidad de sustentar la búsqueda de ese predominio sobre el rival. Porque:
"el aumento de la densidad no significa automáticamente el aumento de stress o comportamiento antisocial de los seres humanos. A veces buscamos placer en la densidad, como en los partidos de fútbol o conciertos de música rock. Si nos hacemos responsables de nuestra presencia en una situación de gran densidad de población y si sabemos que la misma concluirá en cuestión de horas, las oportunidades de efectos negativos parecen mínimas". (ibídem: 120).
De igual manera que la densidad en una tribuna es un signo de poder, el uso de mayor espacio dentro del estadio da jerarquía. Un observador que no supiera nada del básquet de liga podría en un clásico identificar con claridad qué parcialidad domina la mayor parte de las ubicaciones del Polideportivo Panamericano. Los medios gráficos han llegado a resaltar este aspecto en algunos clásicos. En la eliminación de octavos de final de la edición 94-95 en la que Peñarol defendía el título las diferencias de apropiación del espacio fueron evidentes. Si bien el momento de Quilmes era mejor, ya que venía de ganar con un interesante juego la zona A2, la gente de Peñarol rebasó a la de su rival para alentar a un equipo que venía golpeado por los resultados adversos, la fuga de uno de sus extranjeros y la quita de puntos por disturbios de su hinchada durante la segunda fase, que lo relegó a la última colocación de la zona A1, de la que había comenzado en segunda colocación al cerrar la primera fase. En esa oportunidad cerca de tres cuartas partes del Polideportivo fueron ocupadas por la gente del "milrrayitas". Además, la presencia de los otros funciona como un estimulador a gritar más, y al ausencia del otro, también.

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Lecturas: Educación Física y Deportes. Año 2, Nº 7. Buenos Aires. Octubre 1997