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La influencia motivadora del entrenamiento integrado sobre
la percepción del esfuerzo en el entrenamiento aeróbico

   
Dr. en Educación Física
Master en Psicología del Deporte
Profesor del Colegio Guadalete

Damián Ossorio Lozano
damian.ossorio@eresmas.net
(España)

 

 

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 7 - N° 41 - Octubre de 2001

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    La percepción del esfuerzo no debe confundirse con el término fatiga. Esta percepción hace referencia al grado de cansancio percibido, estando íntimamente relacionado con el trabajo realizado. En cambio, la fatiga se relaciona con el nivel de rendimiento obtenido (Terrados, 1994).

    En el entrenamiento en general, y de manera especial en el de resistencia, la percepción de la fatiga debe ser controlada de manera concreta. Se ha demostrado que los factores fisiológicos tienen una mayor influencia sobre la percepción de la fatiga que los psicológicos (Borg, 1982).

    La gran mayoría de investigadores consideran que las señales más evidentes de fatiga se originan en las sensaciones disfóricas producidas en los músculos activos, también, en las articulaciones cercanas a los mismos (Pandolf, 1978), a las que se suman las alteraciones emocionales producidas por la intensidad del esfuerzo (Morgan, 1997).

    Es muy posible, como piensa Borg (1970), que todas estas sensaciones se vean integradas en una determinada estructura con el objeto de percibirlas como una sensación total. De todas formas, el estudio de la percepción del esfuerzo ha sido llevado a cabo, tanto por fisiólogos como por psicólogos y médicos deportivos.

    Los fisiólogos tratan de dilucidar cuáles son las sensaciones dominantes en la realización del esfuerzo: locales (músculo, articulaciones) o centrales (cardiorrespiratorias), e incluso la influencia ejercida por el medio ambiente sobre el modo de percibirse el esfuerzo ((Pandolf, 1978).

    En términos generales se podría decir que al comienzo del ejercicio, los músculos en actividad son los lugares de donde emanan los estímulos para la percepción del esfuerzo (Robertson y col., 1982), pero a medida que aumenta la intensidad del mismo, especialmente cuando se sobrepasa el umbral anaeróbico y se elevan los niveles de lactato, las modificaciones fisiológicas producidas a nivel central por dicha elevación predominan sobre las periféricas (Robertson, 1982), salvo cuando la eficiencia mecánica del ejercicio no es la adecuada, en cuyo caso, puede seguir prevaleciendo el factor periférico en la percepción (Horst-man, 1979). En el momento en que se alcanza el umbral ventilatorio los estímulos centrales contribuyen de igual forma a la percepción del esfuerzo.

    Parece ser que el entrenamiento modifica la forma en que se percibe el esfuerzo en el sentido de disminuirla (Lewis y col., 1980).

    Borg (1970 - 1974) ha confeccionado unas escalas que permiten valorar la percepción del ejercicio y que posteriormente modificó, acortando el número de grados desde 20 en la primera a 10 en la última.

    Estas escalas obtienen correlaciones lineales muy altas con otros indicadores, como la intensidad del ejercicio y la frecuencia cardiaca (r: 0,80 - 0,90). No obstante, trabajos posteriores realizados por Morgan (1981), demuestran que la escala es más de naturaleza acelerada que lineal.

    Según M. García y X. Leibar (1997), para que el estudio de la percepción del esfuerzo a través de la escala de Borg sea más completo, es conveniente establecer una doble escala, en la cual aparezca la apreciación del atleta y la del entrenador, así como la diferencia entre ambas. Esta valiosa información que puede derivarse del análisis de esta doble escala, permite al entrenador una evaluación más precisa del nivel de exigencia del entrenamiento.

    Existen numerosos indicadores además de la escala de Borg que permiten detectar cualquier problema relacionado con la fatiga. Estos indicadores según Fry et al. (1991) se encuentran agrupados en cuatro grupos: bios en la capacidad de rendimiento; cambios en el estado general del deportista; cambios en la exploración clínica.


Entrenamiento integrado vs entrenamiento continuo

    La búsqueda del rendimiento en la actividad deportiva abarca un todo y como tal debe ser entendida. Las nuevas tendencias en el entrenamiento asumen esta realidad y la orientan hacia una mayor interconexión entre la preparación técnica, táctica y de condición física. De esta manera surge el " entrenamiento integrado". Por ejemplo, la técnica puede emplearse como medio para desarrollar las capacidades psico-tácticas y fisico-condicionales.

    Si pretendemos alcanzar un óptimo rendimiento en cualquier disciplina deportiva, es necesario un dominio de la técnica, de las estrategias y las reglas básicas del deporte. Las capacidades físicas de un deportista posibilitan y favorecen tanto la adquisición de los gestos técnicos como la correcta ejecución de los mismos.

    Al combinar el entrenamiento técnico con el de condición física, se debe tener en cuenta el principio de vinculación orientada, lo que se puede hacer de dos formas: adaptando la forma del ejercicio de condición física a la estructura de la técnica o realizando la técnica competitiva con una carga adicional (Matwejew, 1981).

    En este sentido, cabe señalar, que la técnica representa un medio adecuado para el desarrollo de la condición física del deportista. Así, cabe distinguir genéricamente dos formas de trabajo físico según Morante, R.J. (1994):

  • A través de Estímulos físicos específicos

  • A través de estímulos técnicos.

    Los estímulos físicos específicos propiamente dichos se llevan a cabo con independencia de los gestos técnicos que utiliza el deportista en su competición.

    Estos "estímulos físicos" pueden orientarse tanto a la preparación física general como especial del deportista, (la preparación física especial es aquella que busca la mejora del desarrollo de las cualidades físicas en relación con las exigencias del deporte practicado, mientras que la preparación física general se encamina al desarrollo físico multilateral, es decir, aquellas cualidades que pueden favorecer el desarrollo futuro de las capacidades especificas que son objeto de la preparación física especial) (Ozolin N.G., 1983).

    Dentro de los denominados "estímulos físicos específicos" podemos encontrar una gran diversidad de formas de trabajo. Todas ellas tienen en común el que se desarrollan empleando formas de movimiento particulares (inespecíficas), que nada tienen que ver con las habilidades motrices o gestos técnicos propios de cada disciplina deportiva.

    Por su parte, los estímulos técnicos representan una forma de trabajo de la condición física basada en la realización de movimientos específicos de una modalidad deportiva, de tal forma que se reproduce parcial o íntegramente el contenido y la estructura del juego (Teodorescu L., 1991), pero cuya intensidad, duración y organización de las tareas se orienta hacia la mejora de una o varias cualidades físicas.

    Así, por ejemplo, en el fútbol se puede mejorar la resistencia aeróbica de los jugadores utilizando la carrera continua o mediante un ejercicio de conducción de balón y pase por todo el campo de juego; en voleibol, se puede trabajar la fuerza explosiva mediante trabajo de pesas en el gimnasio, o realizando series de saltos para bloquear el remate de compañeros que atacan por distintas zonas, etc. (Morante R.J., 1994).

    Pórtoles (1997), comparte esta propuesta afirmando que: " el entrenamiento de resistencia en los deportes colectivos ha de respetar las características de la realidad de la propia competición para estructurarse de forma adecuada, ya que a medida que nos vamos alejando de dicha realidad estamos bajando el nivel de eficacia del trabajo aplicado, incidiendo con ello de forma negativa en la correcta evolución del óptimo rendimiento individual y colectivo".

    El aprendizaje de la coordinación perfeccionada exige del deportista una elevada actividad de entrenamiento y una buena disposición para repetir el movimiento muchas veces. Además, se le exige un alto grado de atención, de concentración y colaboración consciente. La ampliación de la experiencia motriz, la variación de las exigencias en los entrenamientos y la comprobación de la técnica en la competición tiene un efecto positivo para la motivación del deportista. De esta forma se puede evitar una monotonía en el entrenamiento técnico causada por los efectos de saturación.

    Un entrenamiento de resistencia de sobrecarga o unilateral, como podría ser la carrera continua (Chanon, 1984), puede originar daños, tanto en el crecimiento correcto del hueso, como en la resistencia mecánica de músculos y tendones, pudiendo ocasionar arrancamientos óseos y roturas fibrilares (Mandel, 1984). Por el contrario, un entrenamiento bien dosificado favorece la maduración del sistema músculo-esquelético, dado que estimula la osteoblastosis, favorece la nutrición del cartílago, induce a una adecuada ordenación de las fibras de colágeno y permite una correcta lubrificación articular (Rougier y Ottoz, 1984).

    Es un hecho constatable el número de deportistas, especialmente los jóvenes, que se sienten incapaces para mantener esfuerzos prolongados, aunque sean de baja o mediana intensidad.

    En general los métodos continuos son rechazados por una inmensa mayoría de jóvenes. Estos métodos no son aceptados más bien por su monotonía, que por el esfuerzo que les conllevan realizarlos.

    Es una condición pedagógica indispensable respetar los intereses y motivaciones de nuestros jóvenes deportistas, si así los establecemos los limites de nuestro empeño serán mucho más amplios.

    Existen una serie de influencias que afectan al proceso de entrenamiento, bien a corto, medio o largo plazo, bien a nivel general o específico. Entre estos factores se encuentra la metodología del entrenamiento, que en deportistas de élite está suficientemente comprobada, pero que en otras poblaciones no está aún contrastada y son pocos los estudios realizados hasta la fecha.


La percepción del esfuerzo en las sesiones de entrenamiento

    Nosotros hemos llevado a cabo una investigación con una muestra de 60 jóvenes con una media de edad de 14,2 años. Con experiencia previa de participación en competiciones locales de Fútbol Sala.

    Dicha investigación a consistido en la asignación aleatoria del 50% de la muestra a dos grupos experimentales diferentes. Cada grupo a sido sometido a un programa distinto de entrenamiento aeróbico. Los dos programas tuvieron las mismas condiciones experimentales, en lo referentes a intensidad del ejercicio, número de sesiones y control del entrenamiento (frecuencia cardiaca en reposo, durante el entrenamiento a través de MRC, curva de recuperación, etc.). Al grupo G.1., se le aplicó un programa de entrenamiento aeróbico, aplicando recurso técnicos del Fútbol sala. Mientras que el grupo G.2., llevó a cabo un entrenamiento a través de carrera continua.

    A lo largo de las 27 sesiones que a durado el programa de entrenamiento, los sujetos han ido cumplimentando al final cada sesión de trabajo la escala de Borg. Los resultados que hemos obtenido demuestran que los dos grupos experimentales perciben el esfuerzo de manera distinta.

    Para que haya alegría, satisfacción y motivación en la experiencia deportiva, debe existir un equilibrio entre la habilidad del propio niño y las demandas que percibe en su entorno. La percepción de la propia habilidad es un dato esencial con relación al estrés competitivo. Esta percepción es posible a partir de los 12 años, edad en la que el niño ya es capaz de diferenciar claramente entre su propia habilidad y el esfuerzo y las ganas que pone en realizarla (Rius i Sant, 1995).

    Desde siempre es sabido que los efectos de una estimulación repetida provoca una declinación de la respuesta del organismo a aquella y que características inversas, de novedad, relativas a cualquier estímulo, están en condiciones de aumentar el nivel de activación de nuestro sistema nervioso y consiguientemente el interés. Los denominados síndromes de monotonía que acrecientan la fatiga, tornándola a menudo insoportable por parte del deportista Rossi (1991).

    La fatiga y por consiguiente sus orígenes, debe ser controlada, especialmente cuando se esté tratando de especialidades que la provocan con cierta facilidad, tales como las modalidades de resistencia. (García Verdugo y col., 1997).

    Como señala Kuipers (1997), el paso del entrenamiento adecuado al sobreentrenamiento es gradual, resulta bastante difícil diagnosticarlo en sus etapas iniciales, siendo necesario hacer uso de forma periódica de indicadores que puedan encender la alarma ante situaciones no deseadas en el proceso de entrenamiento.


Medida de la percepción del esfuerzo: Escala de Borg

    Según reflejan las tablas n° 1-2 y el gráfico n°1, los valores de los promedios obtenidos semanalmente en las sesiones de entrenamiento, confirman la tendencia del grupo G.2 a incrementar la percepción del cansancio comparado con el grupo G.1. No obstante, en términos de diferencias, la cuantificación del esfuerzo no difiere excesivamente entre uno y otro grupo, aunque los incrementos sean mayores en el grupo de carrera continua.

    El grupo G.1 presenta valores más estables en su progresión. Estos valores están comprendidos entre 3 y 3,75 correspondientes a la 1ª y 9ª semanas. La puntuación más alta se produce en la 7ª semana 3,91.

    El grupo G.2 muestra también valores muy estables, pero algo más elevados que G.1, desde el principio al final del entrenamiento. Los valores oscilan entre 3,58 de promedio en la 1ª semana a 5,25 en la última semana.

    El grupo G.1 obtuvo siempre unos valores más bajos que el grupo G.2. Esta percepción es subjetiva, pues los dos grupos trabajaron con la misma intensidad, el mismo volumen de trabajo y en las mismas condiciones experimentales. Estos resultados confirman las tesis en favor de un tipo de entrenamiento más lúdico y menos monótono de la resistencia aeróbica.

    En consecuencia, podemos afirmar que el programa técnico de fútbol sala, se haya vinculado a un tipo de estímulos muy motivantes, que se traduce en un mejor aprovechamiento del tiempo de entrenamiento y en una forma válida para interconectar una situación real de juego con el desarrollo de cualquier cualidad física.

Tabla n° 1
Escala de Borg durante las nueve semanas de trabajo
Grupo Fútbol Sala

Tabla n° 2
Escala de Borg durante las nueve semanas de trabajo
Grupo Carrera Continua

Gráfico N° 1
Percepción del Esfuerzo: Promedio Semanal


Bibliografía

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