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Masones en su Isla. El papel de la logia ‘La Evangelista’ en las relaciones entre la población pinera y los colonos norteamericanos
durante la República

 

Isla de la Juventud

(Cuba)

Jorge Fernández Guerrero

Javier Negrín Ruiz

Roberto Jomarrón Herrera

erivero@cuij.edu.cu

 

 

 

 

Resumen

          Luego de la formal creación de la República de Cuba en 1902, lsla de Pinos quedó en una especie de limbo jurídico, pues la Enmienda Platt postergaba la decisión de su soberanía. A eso se sumó la entrada masiva de colonos norteamericanos, principalmente dedicados a la agricultura, evidencia palpable de las reales intenciones expansionistas de los E.U.A. Esta situación de ambigüedad jurisdiccional duró hasta 1925, cuando el senado norteamericano ratificó el Tratado Hay-Quesada, por el se reconocía oficialmente la pertenencia del territorio a Cuba. Sin embargo, durante toda la República, y sobre todo en el primer tercio del siglo XX, pineros y norteamericanos convivieron en un mismo espacio físico y establecieron vínculos entre sí, ya sea por cuestiones religiosas, económicas o culturales. La presente investigación intenta demostrar que la logia “La Evangelista”, primera fraternidad masónica creada en la Isla, fue un punto de confluencia importante de estas relaciones y tuvo un protagonismo significativo en las acciones que rodearon la ratificación del Tratado.

          Palabras clave: Masonería. Historia. Cuba. Estados Unidos. Isla de Pinos.

 

Recepción: 29/11/2014 - Aceptación: 20/01/2015

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 19, Nº 202, Marzo de 2015. http://www.efdeportes.com/

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Introducción

    Aunque todavía está en esbozo, la Isla de la Juventud (antigua Isla de Pinos) poco a poco ha ido recuperando su pasado republicano, gracias a la paciente labor de investigadores que se acercan a determinadas parcelas de su historia. Después de que en algún momento, de manera no oficial pero sí efectiva, se pretendió hacer tabula rasa de la etapa comprendida entre 1902 y 1958, y englobarla sumariamente como época de abandono oficial, se han matizado esos criterios a la luz de indagaciones que demuestran que, durante esa etapa, la Isla de Pinos fue algo más que el lugar donde se enclavaba el recinto penal más importante del país. La historiografía local ha pasado de la imagen más o menos estereotipada de una isla malviviendo en la grisura neocolonial, a señalar aspectos importantes y decisivos para la conformación de la identidad pinera, como las emigraciones que conformaron su etnos particular, la organización política del territorio durante la etapa y sus vínculos con la historia nacional.

    Dentro de esas investigaciones, un apartado que todavía espera por los estudiosos es el referido a la historia de las instituciones que marcaron la vida de los pineros en la República. La Iglesia Católica, los cultos protestantes, las sociedades de blancos y “de color” y otras agrupaciones en las cuales la población se congregó con fines políticos, económicos, religiosos o de esparcimiento cultural, merecen análisis que propicien un acercamiento multidimensional a la realidad pinera de la etapa.

    Dentro de esas instituciones, una de las de más larga data e influencia social fue la logia “La Evangelista” en la que todavía hoy se agrupan los masones pineros. Fundada el 23 de enero de 1908, dentro de su membresía o en su cantera juvenil, la A.J.E.F., estuvieron varias de las figuras prominentes de la vida política y cultural y su peso fue grande en determinadas acciones en pro del bienestar social del territorio. Aunque muchas veces haya sido omitida su participación, “La Evangelista” estuvo presente de modo significativo en los hechos principales que marcaron la historia pinera de la República.

    Para los fines historiográficos, acercarse a esta institución tiene un atractivo particular. Por las peculiaridades de la masonería, que realiza periódicamente reuniones o “tenidas”, de las cuales se deja constancia en actas, hoy día existe un volumen considerable de documentos de primera mano, que se encuentran archivados en la sede de la logia. Esta fuente histórica abre una ventana hacia el día a día de los masones pineros, y de paso, hacia la comunidad de la que formaban parte. Adicionalmente, para la etapa comprendida entre la fundación y 1930, se cuenta con un resumen de esas actas, realizado en 1991 por el Hermano Masón Ricardo López Cajides, con el título Logia “La Evangelista” (fundada 23 de enero 1908). Notas biográficas.

    El presente trabajo, que tiene como base fundamental el estudio de ese último texto, propone un acercamiento inicial a la historia de “La Evangelista”, en la etapa que va desde su fundación en 1908 hasta 1930. En específico, se abordará un fenómeno en el cual la logia tuvo un protagonismo fundamental: la relación entre la población pinera y los colonos norteamericanos que, desde los años iniciales del siglo XX, comenzaron a establecerse en diversos poblados del municipio, como parte de los planes expansionistas de Estados Unidos a raíz de su triunfo en la Guerra del 98.

    Como se sabe, una de las pretensiones yanquis tras la ocupación de Cuba en ese año, era enajenarle a la futura República la soberanía de Isla de Pinos, aspecto que aparece reflejado incluso en el artículo VI de la Enmienda Platt. Los inicios de la historia pinera en el siglo XX están marcados por ese elemento en más de un sentido. La llegada de los estadounidenses que contribuyeron a la conformación del peculiar mosaico multicultural del territorio, su participación en las principales actividades económicas, políticas y sociales, sus relaciones con el resto de los pobladores, la plenitud y decadencia de su comunidad, así como la gesta diplomática en pro de la soberanía cubana sobre el municipio, que tuvo su triunfo definitivo con la ratificación del Tratado Hay-Quesada el 13 de marzo de 1925, son aspectos ineludibles a la hora de abordar la historia de Isla de Pinos en la primera mitad de la pasada centuria. Y en todos ellos la masonería jugó un papel que, no por desconocido, es menos importante.

    Para argumentar esta idea, nos proponemos primero señalar la jerarquía que las fraternidades masónicas tuvieron dentro de las estrategias del gobierno interventor norteamericano para granjearse las simpatías y ayudas de una parte de la sociedad cubana, en particular de su clase política. Posteriormente, abordaremos cómo se evidenciaron, en sus diversas facetas, las relaciones cubano-americanas en el seno de la masonería pinera en el lapso 1908-1930. Un último momento lo dedicaremos a valorar la importancia de la masonería, y en específico de la logia “La Evangelista”, en las acciones que rodearon la ratificación del Tratado Hay- Quesada en 1925.

    Como señalamos, este trabajo forma parte de una investigación todavía en curso sobre la historia de la masonería pinera.

El gobierno interventor y la masonería en el nacimiento de la República

    El período que va de 1898 a 1933 resulta peculiar dentro de la historia de la masonería cubana y, en consideración al peso específico que tuvo esta institución en el devenir socio-político del país, podría considerarse su “edad de oro”. Ya el siglo XIX había conocido la aparición de estas fraternidades en Cuba, asociadas a la emigración de los colonos franceses desde Haití, la fundación de la primera logia en 1804 y la creación de la Gran Logia de Colón en 1859, primera institución que logró aglutinar la mayoría de las logias existentes en el país. También en el XIX la masonería había estado fuertemente ligada a los intentos independentistas, fruto de lo cual fue la escisión conocida como Gran Oriente de Cuba y las Antillas (G.O.C.A.), dirigida por Vicente Antonio de Castro y Bermúdez, de clara filiación separatista, y la condición masónica de varios de los principales líderes de las tres guerras (Céspedes, Agramonte, Gómez, Maceo, Martí). Incluso en ese siglo la masonería cubana adquirió su perfil moderno, gracias a la labor de Aurelio Almeyda y González y, tras las divisiones provocadas por la contienda, logró finalmente unificarse como institución en la Gran Logia de Colón e Isla de Cuba (1880), por la que pasaron, ocupando cargos prominentes, varias de las principales figuras del autonomismo cubano. Pero fue solo después de la intervención norteamericana y el establecimiento de la República en 1902 que la masonería tuvo un peso real en el poder político en Cuba, al ocupar varias de sus figuras cargos de importancia en el gobierno, entre ellos la más alta magistratura. El mismo Tomás Estrada Palma manifestó en uno de los actos públicos tras ganar la presidencia: “yo me honro perteneciendo a ella [la masonería], y me sirve de estímulo para mis funciones de gobierno contar con la adhesión de cuantos ostenten la investidura masónica en este país”.1 Otros presidentes y altas figuras políticas (incluido Gerardo Machado, quien en 1929 recibió el grado simbólico 33), también se enorgullecieron públicamente de su condición de masones. Súmese a eso la amplia literatura masónica y profana surgida en el seno de la institución, la abundancia y repercusión de su labor filantrópica y el crecimiento vertiginoso que alcanzó su membresía durante las primeras tres décadas del siglo pasado, y se podrá coincidir con Eduardo Torres-Cuevas cuando plantea que:

    (…) si la masonería cubana tuvo una etapa de profunda influencia en la sociedad y en la cultura del país, ésa fue la que cubre de 1902 a 1933; es decir, el período que gusto en llamar “la primera República” y que abarca desde su fundación, el 20 de mayo del primer año citado, hasta el derrocamiento de la tiranía liberal de Gerardo Machado y Morales en el último.2

    El peso adquirido por la masonería durante esa etapa se vio favorecido en sus inicios por el espaldarazo de las autoridades norteamericanas establecidas en la Isla después del Tratado de París. Tanto Brooke como Wood se dieron cuenta de que en varios masones, principalmente los ligados al autonomismo, podrían encontrar importantes aliados, de ahí que se preocuparan por granjearse las simpatías de la fraternidad. Las acciones en este sentido abarcaron un amplio espectro, que incluía las donaciones de logias norteamericanas a sus iguales cubanas, la solicitud de militares norteamericanos para iniciarse o completar sus grados masónicos simbólicos en fraternidades del país, el reconocimiento de la Gran Logia de Cuba por todas las confederaciones fraternales de Estados Unidos y la inclusión de grandes dignatarios masónicos cubanos en carteras dentro del gobierno interventor (Juan Bautista Hernández Barreiro y Miguel Gener son los casos más significativos). Para reciprocar esas acciones que, en última instancia, también contribuían a su prestigio, la Gran Logia de Cuba autorizó que los norteamericanos residentes en el país fundaran logias que trabajaran en inglés. Y es este punto uno de los que guarda una relación directa con Isla de Pinos, porque dentro de esas fraternidades autorizadas, además de la Habana no. 99, la Island no. 56 y la Landmark de Camagüey, estaba la logia “Santa Fe”, que reunió, primero en el poblado del mismo nombre y luego en Nueva Gerona, a varios de los colonos norteamericanos radicados en el municipio.

La logia “La Evangelista”. Fundación y primeras acciones

    Sin duda alguna la Isla de Pinos, por su condición de centro penitenciario al cual vinieron a parar muchos cubanos de filiación independentista o simplemente liberal, debió albergar buena cantidad de masones durante la segunda mitad del siglo XIX. Que hayan realizado vida activa una vez en el territorio es algo que no se ha podido precisar, pero en todo caso desarrollarían esa actividad de modo irregular, pues no es hasta 1908 que se crea oficialmente la logia “La Evangelista”, que desde entonces agrupa a los masones pineros. Sin embargo, es bueno aclarar que no fue esa la única logia existente en la Isla, pues la logia “Santa Fe”, como ya se dijo, fue el centro de reunión de la mayoría de los masones norteamericanos que se habían establecido acá como colonos.

    Al iniciarse esta investigación se tenía incluso la percepción de que esa logia había sido creada con anterioridad a “La Evangelista”, pero una evidencia material ha modificado esa creencia. En la actual sede de la logia pinera se conserva, al parecer por donación de los hermanos masones norteamericanos al abandonar el territorio, los documentos que acreditan el nacimiento oficial de la Logia “Santa Fe”. Uno de ellos es una carta patente expedida por la Gran Logia de Cuba, con fecha del 24 de diciembre de 1912, y firmada por el entonces Gran Maestro Francisco Sánchez Curbelo.

    Estos documentos nos llevan a dos conclusiones. La primera, que si bien la “Santa Fe” recibió la autorización inicialmente de la Gran Logia de Cuba, como había ocurrido con las otras logias de norteamericanos en el país, luego hizo una solicitud similar al Gran Capítulo de San Francisco, a fin de legalizar su situación en el ámbito de la masonería norteamericana. La segunda, que de existir una logia norteamericana antes de 1912 (fecha de expedición del primer documento), esta funcionaba de modo irregular, así que oficialmente fue “La Evangelista” la primera logia en Isla de Pinos.

    Esta fue fundada en Nueva Gerona, en la calle 37 entre 18 y 20, el 23 de enero de 1908. Su nómina inicial estaba integrada por Miguel San Miguel Otero (Venerable Maestro), Pedro Escobar Pereira (1er. Vigilante), Pedro González Cervera (2do. Vigilante), José Gómez Ortiz (Secretario), Antonio Medina González (Tesorero), Narciso Fundora Pérez (Limosnero), Manuel Morán Sánchez (Maestro de Ceremonias) y Ramón Arrojo Aloava (Primer Diácono). El Acta de Constitución fue presidida por el Hno. Pedro Escobar Pereira, y actuó como Secretario el Hno. José Gómez Ortiz.

    Durante el primer año de actividad la logia terminó agrupando a 23 miembros, de ellos dos aprendices y cuatro compañeros, más un aspirante aprobado. A pesar de que hubo un crecimiento significativo, determinados elementos en las actas nos hablan de la rigurosidad en la selección de los iniciados, de acuerdo con lo estipulado en los reglamentos masónicos. Ya en el acta del 19 de julio consta el rechazo del primer profano, Timoteo Pantoja, quien recibió igual respuesta tras una nueva solicitud. Como parte de la actividad filantrópica propia de la institución, se hace constar en el acta del 7 de junio el primer acto de caridad: sendas donaciones a los profanos José Rodríguez y Remigio Blanco.

    Dentro de estas primeras acciones habría que señalar algunas directamente relacionadas con el tema que nos ocupa. En el mismo año de su fundación, específicamente el día en que se rechazó a Timoteo Pantoja, fue aprobado el primer norteamericano dentro de la logia: Aaron Koritzky, de origen judío, al parecer dueño de una tienda en la localidad, pues más adelante se le solicitan compras para la institución. En el balance que de ese primer año da López Cajides, informa que del total de miembros, tres eran estadounidenses, además del aspirante aprobado. También en ese año se señala que el primer visitante de la logia fue W. J. Cleland, procedente de la Logia 144 de Stratford, Ontario, Canadá. Estas son las primeras evidencias que demuestran el importante papel de la logia en el estrechamiento de relaciones entre pineros y norteamericanos.

“La Evangelista” y su papel en la lucha por la soberanía cubana sobre la Isla de Pinos

    Sin embargo, estas relaciones de “buena vecindad” entre ambas logias sufrieron tensiones alrededor de 1925, en los momentos en que la gestión diplomática para la ratificación del tratado Hay-Quesada estaba a la orden del día. Ya en 1905 y 1906 algunos grupos de colonos habían promovido intentonas anexionistas que fueron convenientemente sofocadas por el entonces alcalde Juan Manuel Sánchez Amat. Ahora, cuando su sueño de integrar lsla de Pinos a la Unión pendía del hilo de la decisión del Senado, volvieron las campañas pro-anexión, que tuvieron entre sus integrantes a miembros de la “Santa Fe”. Es entonces cuando desde “La Evangelista”, en coordinación con otras logias adscritas a la Gran Logia de Cuba, se desata una campaña a favor de la soberanía cubana sobre el territorio.

    Ya en el acta del 4 de abril de 1912 consta la primera acción anti-injerencista de la logia pinera: en esa fecha se acuerda por unanimidad adherirse a la propuesta de la Logia Camagüey para que la Gran Logia de Cuba envíe un telegrama a Washington, solicitando que no intervenga en el país. Corren los días de la masacre de los Independientes de Color, y la amenaza de la entrada de las tropas yanquis es muy real. Sin embargo, no es hasta 1923 que vuelve “La Evangelista” a manifestarse sobre la relación Cuba-Estados Unidos, y es a propósito de la polémica acerca de la soberanía pinera. Siguiendo las actas desde el 28 de enero de ese año hasta poco después de marzo de 1925 puede tenerse una idea del accionar de los masones locales contra la anexión de Isla de Pinos.

    En el acta 547 del 28 de febrero de 1923 consta:

    Solicitar que la Logia de la Jurisdicción rueguen al muy Resp. Gran Maestro, que por medio de los grandes maestros de las distintas Jurisdicciones de los Estados Unidos de América, solicite de nuestros hermanos en el Senado de la Gran República la aprobación del tratado Hay-Quesada reconociendo a la República de Cuba la soberanía y dominio de la Isla de Pinos, declarando su territorio como parte integrante de los límites de la República de Cuba.

    Que en el mismo sentido se dirijan escritos al Senado y a la Cámara de Representantes3 (sic).

    El 11 de marzo de 1924, trasladando la pugna al campo simbólico de las estatuas, la logia aprueba la creación de una comisión que analice la posibilidad de crear un monumento a la República o a José Martí, agregándose al Comité Patriótico Pro Isla de Pinos Cubana.

    En este campo simbólico, resulta significativo que ese mismo año un reconocido masón, Ramón Llorca Soto, por entonces alcalde, haya creado el Escudo Municipal de Isla de Pinos. Este recoge elementos relacionados con la identidad del territorio (pinos y lomas de mármol) y la identidad nacional (sol naciente de trece rayos, similar al que aparece en el escudo cubano)4 y está presidido por un lema muy revelador: “Nuestros ideales patrios nacen y crecen rectos y elevados como un pino y fuertes como las rocas de nuestras montañas, caldeados por el sol de la libertad”. Como se ve, ideales patrios y libertad son palabras muy a tono con el momento crucial que vivía la Isla. Es bueno aclarar que muy probablemente el escudo pinero pintado al óleo que se conserva en la sede actual de “La Evangelista” sea la versión original de este símbolo.

    El cinco de enero del año siguiente el ataque es más frontal:

    En vista que han circulado versiones que ciudadanos Americanos residentes en nuestra Isla y muchos miembros de Logia Santa Fe están realizando una intensa campaña para que la soberanía de nuestro terruño pase a manos de los Estados Unidos. Es por ello que se acuerda por unanimidad llegar nuestra propuesta a la Secretaría de Estado y Embajada Cubana en Washington, acordándose así mismo pedir a la Gran Logia que se nos apoye en este sentido dándole el calor necesario que el caso requiere5 (sic).

    El lenguaje es cuidadoso, pero la parte cubana ha dejado clara su posición. Dos semanas después, el acta deja constancia de la actividad de cooperación masónica que, a propósito de este tema, se ha tejido entre las logias de Cuba. La logia Bartolomé, a instancias de la logia Camagüey, realiza gestiones con Cosme de la Torriente, a la sazón embajador cubano en Washington y, por lo tanto, pieza clave en la gestión diplomática que se lleva a cabo con el Senado para lograr la aprobación del Tratado. A estos se suman la logia Hijos de Acacia, de Cabeza, y luego la misma Gran Maestría, en mensaje reflejado el 19 de febrero de 1925, donde habla de su viaje a los Estados Unidos y su encuentro con Torriente. En esa misma sesión se le conceden treinta días de permiso a Ramón Llorca Soto, a la sazón alcalde, para realizar, junto a una comisión, el famoso recorrido por el país buscando apoyo para la causa pinera.

    Finalmente, después de la victoria diplomática del 13 de marzo, que fue celebrada en toda la nación, viene un período de “reconciliación” entre ambas logias que comienza por un telegrama del Hno. N. Somons (¿Simons?) de la logia “Santa Fe”, felicitando a los miembros de “La Evangelista” por el reconocimiento del Tratado. A esto sigue una sesión conjunta entre las dos logias, cuyo objetivo principal era demostrar que los más de veinte miembros de la fraternidad norteamericana no estaban resentidos con la ratificación del Tratado, que reconocían la disposición del gobierno de Washington y ofrecían su cooperación.

    Significativamente, a partir de este momento aumentan las actividades conjuntas de ambas logias. La más importante, en lo que resta de década, tuvo lugar el 12 de marzo de 1929: a una sesión de iniciación de profanos en “La Evangelista” asistieron 32 hermanos de la Logia Santa Fe como invitados. En la actividad el Venerable Maestro Ramón Llorca hizo entrega del mallete al Ven. Maestro Hno. A. Bell y lo invitó a formar parte de las ceremonias de iniciación de la logia. Las alocuciones del Hno. William Pack y el Hno. Huffman, de los valles de Ohio, E.U.A., así como las de los Hnos. pineros, fueron vertidas por sendos traductores. Por cierto, la fuente contrasta la asistencia de los norteamericanos con la exigua presencia de masones de “La Evangelista” (solo 10 personas), lo cual es una de las tantas evidencias de que, en términos de vida orgánica, la logia norteamericana fue más disciplinada que la pinera.

    Ahora que no contaban con la esperanza de la anexión, posiblemente aquellos colonos encontraban en los hermanos de fraternidad un apoyo frente a cualquier intento de represalia por la parte cubana. Pero, aunque no recibieron ningún repudio de este tipo, sus años en tierras pineras estaban contados. El ciclón de 1926, la sequía posterior que acabó con los cultivos y los recargos de la Aduana norteamericana que restaban competitividad a sus productos en el mercado yanqui, fueron elementos que poco a poco disuadieron sus pretensiones de permanecer en la Isla.

    En todo ese tiempo, la logia “La Evangelista” demostró ser un vehículo importante en las relaciones entre ambos grupos étnicos, dada la base común de una práctica fraternal y los ideales progresistas a ella ligados. Los fuertes lazos de la hermandad no impidieron, sin embargo, que a la hora de las definiciones políticas, fuera la masonería, y en específico la logia “La Evangelista”, uno de los baluartes en pro de la salvaguarda de la soberanía cubana sobre Isla de Pinos.

Notas

  1. Torres- Cuevas, Eduardo: Historia de la masonería cubana. Seis ensayos. Ediciones Imagen Contemporánea, La Habana, 2004, p. 197.

  2. Ídem, p. 186.

  3. López Cajides, Ricardo: Logia “La Evangelista” (fundada 23 de enero 1908). Notas biográficas. Edición mimeografiada, Archivo de la Logia “La Evangelista”, 1991. (s.p.)

  4. Por cierto, ese sol naciente, tanto en el escudo cubano como en el pinero, tiene una clara filiación con el simbolismo masónico.

  5. Ídem.

Bibliografía

  • Colina La Rosa, Juan et al. Síntesis histórica municipal. Isla de la Juventud. Editora Historia y Ediciones El Abra, La Habana, 2011.

  • López Cajides, Ricardo. Logia “La Evangelista” (fundada 23 de enero 1908). Notas biográficas. Edición mimeografiada, Archivo de la Logia “La Evangelista”, 1991. (s.p.).

  • Torres- Cuevas, Eduardo. Historia de la masonería cubana. Seis ensayos. Ediciones Imagen Contemporánea, La Habana, 2004.

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