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Aspectos sociológicos de las prácticas físicas en la tercera edad

 

Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte

por la Universidad de Granada

Profesor de Educación Secundaria. Educación Física

Roberto López-Cózar Ayala

roberto_lca@hotmail.com

(España)

 

 

 

Resumen

          Las personas mayores constituyen hoy en día una categoría social que es imposible ignorar, aunque su estatus de jubilados les sitúa al margen de la población activa. Ya actualmente y aún más en las próximas décadas, la nuestra será una población en constante envejecimiento. Hace unos quince años, hablar de actividad física para la tercera edad era impensable, en primer lugar por la falta de información y de investigaciones sobre el tema y en segundo lugar por determinados prejuicios. Pero los tiempos han cambiado bastante y en nuestro estilo de vida la actividad física tiene una justificación y un sentido, ya que está experimentando que se puede conseguir una buena condición física a cualquier edad con un entrenamiento adecuado. Hay que entender la actividad física en este colectivo no sólo como una actividad corporal sino también como una forma sobre todo de contacto social, de reencuentro con un ritmo de vida y de expansión lúdica e incluso una forma de mejorar ante nosotros mismos nuestra propia imagen. Es una etapa en la que es necesario que se reconozca el propio cuerpo, sus reacciones, ya que todo ello está en constante cambio y es importante que lo acepten en la misma medida que les afecta. Las actividades físicas tienen la ventaja de poder ser practicadas por la mayoría de personas mayores, sin discriminación social ni obligaciones materiales.

          Palabras clave: Sociología. Tercera edad. Práctica física

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 14 - Nº 138 - Noviembre de 2009

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I.     Qué comporta envejecer

    Generalmente las adversidades, limitaciones y enfermedades inducen a un sentimiento pesimista y de desesperación. Realmente el estado de la mente puede afectar al cuerpo tanto para mejorar como para empeorar. El objetivo es dejar de considerar esta como una desorganización de funciones y conductas psicológicas que precede la muerte, sino como una vida deficitaria con peculiaridades propias. La personalidad básica del individuo se mantiene durante toda la vida. Esto hace pensar que la preparación de una buena vejez se hace durante la educación y la experiencia de toda la vida.

    Muchas veces la aparición de una enfermedad implica el auto-abandono, la desmoralización y esto es muy importante para el individuo por la pérdida de la confianza y el pensamiento negativo, de los cuales es muy probable que ya no se libere nunca.

    Parece que algunos de los factores que influyen sobre la longevidad son:

  • Nutrición.

  • Control de peso.

  • Hábitos en el consumo de alcohol y tabaco.

  • Ejercicio físico.

  • Descanso.

  • Manera de reaccionar ante el estrés.

    Parece que hay una gran interrelación entre los factores físicos, emocionales y sociales, interaccionando los unos sobre los otros de forma recíproca.

II.     Rasgos característicos del envejecimiento

    Durante la vejez el cuerpo está más expuesto a las enfermedades y al desgaste físico, aunque se llegue a una etapa de mayor tranquilidad y estabilidad en todos los aspectos. Así nos encontramos con:

  • Deterioro intelectual: Parece demostrado que un entrenamiento en todas las conductas sí tiene relación con el envejecimiento. También hay una pérdida de memoria acorde con la ley de Ribot (un anciano olvida rápidamente las experiencias más recientes mientras que recuerda las pasadas). También las habilidades perceptivo-motoras muestran un declive. La conclusión es que el estado cerebral causante del deterioro no está relacionado con la edad cronológica por lo que no cabe esperar una disminución de la capacidad intelectual simplemente por el paso del tiempo.

  • Cambios de personalidad: Pierde la confianza y la autoestima cuando ya no tiene actividad profesional ni amigos. Pierde paulatinamente el entusiasmo y la amplitud de espíritu en los acontecimientos y en los atractivos del tiempo presente replegándose en un conservadurismo excesivo donde no hay ningún ideal, “total nada va a mejorar”.

    La introversión ha sido mejor demostrada en el sexo femenino, al menos también parece consecuencia de otros factores no atribuibles del todo a la edad. Algunos rasgos igualmente se encuentran más en relación con el declive intelectual que con la edad cronológica (dependencia, conformismo, servilismo, prudencia y necesidad de orden).

III.     Condicionamientos sociales

    La jubilación supone una fecha trágica para el individuo, en la cual debe abandonar su actividad productiva de manera obligada, y en la mayoría de los casos no está justificada por la disminución real de las capacidades del sujeto. Soluciona un problema y crea otros. La jubilación supone muchos cambios en la vida del sujeto:

  • Varía totalmente su vida social.

  • Cambia radicalmente el ritmo de vida.

  • Aumenta súbitamente su tiempo libre.

  • Reduce los ingresos económicos.

    Los factores que más influyen en este proceso de adaptación son el estado de salud física, la autonomía económica, la integración social y la amplitud de sus intereses. En la sociedad moderna no hay lugar para los ancianos, que se suelen agrupar en las calles o en las plazas formando auténticas subculturas (esto no es propio de la edad sino que también lo encontramos en otros colectivos como los jóvenes en paro. Esto demuestra que la causa de este trauma son las condiciones sociales). Además, ¿qué calidad de vida pueden tener los ancianos si el 80% de las pensiones no llegan al salario mínimo interprofesional? Incluso nos podríamos plantear si la jubilación obligatoria no es otra cosa que una discriminación por razones de edad.

IV.     La vida sexual

    La sexualidad juega un papel muy importante dentro del comportamiento psicológico del anciano. Hay que tener en cuenta que la sexualidad no es únicamente genitalidad y que también es sinónimo de vida sentimental, cariño, amor...etc. En la sexualidad de los ancianos predominan los sentimientos de afecto y ternura más que los de amor carnal. Es erróneo pensar que los ancianos no tienen tensión sexual. La respuesta sexual se puede mantener hasta edades muy avanzadas y su disminución puede venir motivada por la falta de ejercicio, por la rutina o por la dificultad de encontrar pareja sexual más que por las limitaciones físicas. Pero tanto en los hombres como en las mujeres los hábitos sexuales y la conducta sexual anteriores están en estrecha relación con la respuesta durante la vejez.

V.     Qué piensa el anciano/a de sí mismo. Formas de aceptar la vejez

    Las personas cuando envejecen tienden a pensar mucho en ellas mismas. En el plano ideal, reconociendo y comprendiendo los cambios experimentados en sus cuerpos y en sus mentes, los aceptan filosóficamente, incluso a veces con buen humor, sin intentar ocultarlos ni exagerarlos. De esta forma evitan mostrar una amargura excesiva por su decadencia. Algunos siguen haciendo aquellas actividades que están a su alcance y abandonan las que quedan fuera de sus posibilidades. Pueden experimentar nostalgia pero sin llegar a la autocompasión. Estas personas suelen estar muy bien integradas y generalmente el trato con ellas es grato. Esta aceptación integral es más bien excepcional. En contraste, muchos acusan profundamente su envejecimiento y dedican incluso mucho tiempo a causar esta impresión. La mirada se dirige al pasado y sienten envidia del vigor y de los éxitos de la juventud, y la amargura, la frustración y el mal humor aumentan; no tienen capacidad ni voluntad para cambiar sus hábitos, y además no entienden porque muchas veces son rechazados. No hacen ningún intento por reconducir su vida ni buscan nuevas motivaciones que puedan hacer más tolerable una vida de horizontes más limitados. Parece que no se quieran aceptar tal como son y que lo materialicen con una actitud conformista y de autocompasión.

    Más positiva, psicológicamente, es la actitud de aquellos que se comportan como si no hubiera cambiado nada. Ocupan su tiempo y disfrutan de una forma u otra de su ocio. Si esta actitud se lleva a límites exagerados deja de ser positiva para caer en el absurdo, ya que ignorando la realidad del envejecimiento lo que hacen es engañarse a sí mismos, y cuando se ven realmente incapacitados aún lo aceptan menos y recaen psicológicamente de forma total.

    La posición opuesta es la decididamente pesimista, poco realista. Incluso en edad temprana, al jubilarse a una edad anticipada se consideran improductivos, innecesarios, creen que no pueden hacer una vida normal, que ha llegado la hora de hacer marcha atrás y creen que la edad implica incapacidad y que su destino es padecer alguna enfermedad. El paso siguiente es esperar la muerte. Al cabo del tiempo se dan cuenta de lo bien que estaban hace unos años pero entonces ya no hay remedio, y así continuamente por lo que viven siempre desesperados pensando en lo que hubieran podido hacer. Adoptan una actitud de pesimismo como excusa para no hacer nada, especialmente aquello que no les guste.

    No demasiado distanciada de este pesimismo irracional existe otra postura que es meramente pasiva, aquella que el anciano se limita a aceptar que la senectud representa inmovilismo y aceptación de la ayuda como un derecho natural. A medida que avanza la edad esta postura es más normal. Es normal que quién ha buscado ayuda toda la vida en los demás ahora lo haga con más insistencia, por ello argumentan que han criado hijos y que ha llegado el momento de recibir esos cuidados. Como consecuencia, si no obtienen lo que creen que es un derecho se envuelven de pesimismo y crean situaciones comprometedoras.

    El cuadro más deprimente lo dan las personas que no aceptan enfrentarse a las dificultades de la vida. No reciben obligaciones de nadie, se encierran en ellas mismas y no hacen el más mínimo esfuerzo ni por su propio bien. Generalmente esta actitud va acompañada de trastornos mentales que hace que se comporten como niños egocéntricos.

    Finalmente la postura más agradable es la que muestran las personas de edad avanzada, que aún encontrándose en estado de disminución, aceptan con optimismo las adversidades, se interesan por los demás, aceptan ser ayudados sólo si es preciso y se esfuerzan por mantener su independencia al máximo.

VI.     Las actividades deportivas en la tercera edad

    A la hora de planificar actividades para este grupo social hay que tener en cuenta dos factores principales:

  • Qué deportes se pueden practicar en la vejez.

  • A quién van dirigidas estas actividades.

    Con respecto al primer factor señalar que la oferta debe ser amplia y variada y que casi todas las modalidades de deporte o actividad son aprovechables para ser realizadas durante la tercera edad siempre que se modifiquen sus reglamentos.

    Con respecto al segundo factor incidir en que la tercera edad comprende un gran abanico de edades y de gente (grupos heterogéneos). Esto nos dice que hay que conocer el nivel inicial de las personas para adaptar las prácticas a su ritmo. Esa heterogeneidad viene marcada en principio por la edad, antecedentes deportivos, nivel sociocultural, antecedentes patológicos, osteoarticulares, cardiovasculares, broncopulmonares y dismetabólicas.

    Es importante que conozcan las señales de alarma. El ejercicio bien adecuado y programado casi nunca está contraindicado.

    Es obvio que el deporte es un medio excelente para conseguir un elevado grado de cansancio físico en esta sociedad moderna en la que las exigencias físicas sobre el anciano no alcanzan las mínimas necesarias para su organismo. No debemos olvidar que la inactividad atrofia los músculos.

    Con la jubilación y el tiempo libre existente se corre el peligro de no saber en qué emplearlo. Lo ideal es tener iniciativas para realizar actividades que en la etapa productiva no se podían desarrollar por falta de tiempo.

    El ejercicio físico bien planteado actúa prácticamente sobre todos nuestros sistemas y órganos y nos proporciona una serie de beneficios físico-biológicos. Además de estos beneficios encontramos otros psico-sociales:

  • Incita a salir de la soledad.

  • Enseña a descubrir el uso del cuerpo.

  • Hace que nos sintamos útiles.

  • Mejora la autonomía física y social.

  • Pasa a tener un lugar de residencia más dinámico.

  • Adquiere libertad de elección.

  • Supone algo que hacer.

  • Supone una ilusión.

    Es importante que el anciano sea capaz de reconocer su cuerpo ya que éste se encuentra en un cambio continuo.

Bibliografía

  • Armengolt, N. Moreno, M. Carrogg, M. (2008) Mantenerse en forma de mayor. Paidotribo. Barcelona.

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  • Del Riego, M. González, B. (2002) El mantenimiento físico de las personas mayores. Inde. Madrid.

  • García, M. (1998) Sociología del deporte. Alianza Editorial. Madrid.

  • Soler, A. (2009) Practicar ejercicio físico en la vejez. Inde. Barcelona.

  • VV.AA. (2002) Guía de hábitos saludables para mayores. Inde. Barcelona.

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